En ocasiones, cuando fallece un ser querido, los adultos no sabemos cómo tratar el tema con los más pequeños. Y el problema se complica aún más cuando el fallecido es uno de los progenitores.
¿Es bueno que nos vea llorar? ¿Debo contarle lo que ha sucedido? ¿Se “traumatizará” si acude al funeral?. Estas son algunas de las preguntas que nos hacemos cuando nos encontramos con esta desagradable situación.
Aspectos que debemos tener en cuenta:
- Es muy importante que los niños puedan apoyarse emocionalmente en sus padres o en adultos de confianza. Reforzar los lazos familiares hace que el dolor sea más llevadero.
- Lo habitual es que busquen explicación a los sentimientos que les van surgiendo en sus padres, en cómo ellos lo viven, lo van enfrentando y superando.
- Aprenden a lidiar con el dolor observado a su padre / madre. Aprendizaje por observación: si el niño ve que su modelo a seguir reprime sus sentimientos y no los expresa, aprenderá que eso es lo correcto y procurará hacer lo mismo.
- Es importante darles información sobre lo que ha ocurrido.
- Transmitirles la idea de que la muerte es irreversible. A veces en los dibujos animados, los personajes mueren y luego reviven, lo que puede hacer que entiendan la muerte como algo temporal. Si no la ven como algo permanente, no podrán llorar la pérdida.
- Otra idea a transmitir, es que todas las funciones vitales terminan completamente en el momento de la muerte.
- Frases como “te cuida desde el cielo” pueden llegar a causar temor y confusión. “Haga lo que haga mi abuelo me está vigilando desde el cielo…”.
- Debemos tener en cuenta el pensamiento mágico que suele aparecer en algunas etapas del desarrollo: sus propios sentimientos, deseos y acciones pueden hacer que sucedan cosas en el mundo. Esto pude provocar sentimientos de culpa.
- La culpa también puede aparecer por divertirse o por no sentirse excesivamente triste.
- Idea que debemos dejar clara: todo lo que está vivo muere al final. A veces cuando los niños preguntan, los adultos, para que se sientan seguros, les decimos frases como “siempre te voy a cuidar”, y es comprensible querer tranquilizarlos, pero es mentira. Es importante que comprendan que la muerte es una parte inevitable de la vida. Si lo entienden podemos evitar que acaben culpándose a sí mismos, “hice algo mal”, “pensé algo malo”, o que acaben culpando al propio muerto por haberles abandonado. Una alternativa puede ser explicarles que estamos bien, que nos vamos a cuidar mucho, y que esperamos cuidarles a ellos hasta que sean muy mayores.
- Hay razones físicas por las que una persona muere. Contarle la explicación real. Evitando detalles gráficos innecesarios.
- No hay razón para que un niño no acuda al funeral de una persona querida. No hay nada malo en ello, ni es un momento que debamos esconder. Simplemente es la despedida.
- No evitar decir “Ha muerto”. Frases como “Sueño eterno” pueden causar confusión, e incluso miedo a dormir porque no quieren morir.
- No mentirles, hablar de manera directa, franca, y adaptada a su edad.
- Verificar que entienden lo que ha ocurrido. Una manera de hacerlo es que el propio niño le cuente a un adulto lo que ha sucedido: cómo él lo ha entendido.
- Jamás decirle frases como “Tú ahora tienes que estar bien”, “Sonríele mucho a tu abuela para que se sienta mejor”. Que quede claro que lo que les ha pasado es algo extremadamente desagradable, les va a doler y mucho, y les va a seguir doliendo, pero la intensidad disminuirá poco a poco, siempre que se expongan a sus sentimientos negativos y se habitúen a ellos. Es una evolución en picos, con retrocesos y avances, en la que se van a producir muchos cambios. Uno de ellos es aprender a reconstruir su papel en el mundo sin esa persona. El objetivo es que la pérdida no condicione sus vidas.
- La religión puede ayudar a algunas personas en este tipo de situaciones pero hay que tener en cuenta que la religión, sea cual sea, está plagada de aspectos abstractos y difíciles de entender según la edad y la capacidad mental de los niños. Es importante dejar claro, por lo menos, que el cuerpo ha muerto y que no va a resucitar.
- Es normal que estén enfadados, disgustados, que eviten hablar del tema por no disgustar a los demás, o simplemente porque el hecho de hablar hace que les duela más, o que incluso con sus propias acciones se acaben haciendo daño a sí mismos. Tampoco es raro que se pongan “en modo egoísta” y sólo vean lo que les afecta a ellos.
- Debemos mostrarnos pacientes, mostrarles nuestros sentimientos y darles varias oportunidades para expresar lo que sienten. En definitiva, estar disponibles para ellos.
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